miércoles, 26 de diciembre de 2012

Oceanos de tiempo

Pasear por la ciudad de Tudmir ha sido como caminar en sueños. Es increible el vértigo del tiempo. Todo tan cercano y lejano que muhcas veces no se como sentirme o por donde coger las cosas, aunque también es innegable que te da una perspectiva más acertada conforme transcurre. En ocasiones no sabría decir en que punto de mi vida me perdí, en otras creo tener muy claro lo que quiero y como alcanzarlo. Pero ese vértigo a veces es tal que el desaliento se adueña de mí sin remedio, sintiéndome a la deriva en un barco en el que solo estoy yo a bordo. Supongo que es la prueba de fuego que necesito. Y mientras tanto, pasa el tiempo... Cargado de incertidumbre, de proyectos, de ilusiones más o menos tangibles; arrastrando tras de si los misterios del destino. Era la hora de la cita conmigo mismo, y aunque pocos días antes de terminar lo que quizás ha sido el año más complicado de mi vida, este por ratos taciturno y ausente, tengo la ilusión de afrontar todo lo que se presenta ante mí con la ilusión (¿Por qué no?) de un nuevo comienzo. Pero al mismo tiempo sin dejar de ser una continuación de lo mejor de mi mismo, porque también hay muchas cosas que tienen que continuar. Si no, no sería yo. El tiempo nos moldea, pero no nuestra esencia, al menos no la mía...

lunes, 24 de diciembre de 2012

La ciudad de las palmeras

Siempre es raro volver a la ciudad de las palmeras. Entrar en mi habitación es como entrar a otra época de mi vida que se quedó congelada entre esas paredes. Incluso la ciudad tiene su propio olor, diferente a Granada. Dando solitarios paseos por sus calles, pienso en como incluso tuvo que ser bonita en otra época, tal vez en el siglo XI, cuando era un reino independiente y centro cultural de Al-Andalus, o quizás si quiera hace una décadas, antes de que surgieran como setas los ahora característicos bloques de pisos de los años 70. Son pocos y mal conservados los vestigios de otras épocas, y sin embargo, son muchos los recuerdos que me asaltan en cada esquina, en cada rincón. De otra época de mi vida tan lejana como cercana. Me parece un sueño extraño todo antes de marcharme de aquí, tan lejano y difuso que a veces tengo que detenerme y pensar: Solo hace cuatro años... Aquí se quedó mucho de mí, y ahora en el recuerdo de estos días de soledad, surgen imágenes borrosas y agridulces de como era mi vida en la ciudad de las palmeras...

sábado, 22 de diciembre de 2012

Anecdotario de las 15.00

Si, no es broma, es el telediario. Ese programa televisivo que se dice informa al telespectador de lo que acontece en el mundo de manera "rigorosa e imparcial". Y así, el anecdotario de hoy ha transcurrido entre más de 30 minutos de reloj (contados) de lotería, un discurso muy emotivo de nuestro presidente Mariano Rajoy en nombre de todos los españoles a las tropas en Afganistán (Conjugando su labor "humanitaria" con la de proteger los intereses "de las empresas españolas que participarán en la reconstrucción del país"), así como un concurso canino de lo más patético. Después los deportes. Madrid, Barça, declaraciones de entrenadores,  chismes relativos a la declaración de turno y demás banalidades. Total, mas de una hora de gilipolleces que no ayudan a formarse una visión de lo que ocurre en el mundo, es más, genera una visión totalmente equivocada a quien lo ve. Esta, señores ciudadanos, es la era de la información; de la información hecha anécdota. De hablar de lo que se dice en vez de lo que se hace, de hacer el gilipollas y embriagar de banalidad a la ciudadanía, de mentir, de chistes baratos (y malos), de la hipocresía. Noticias. Sírvanse frías, por favor.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Danielle



Paris, otoño de 1925

Vagando por un Paris de luces y sombras
acompañada de recuerdos y de un pasado que aun ignoras
arrastras una gran historia
eres su protagonista accidental sin saberlo

Hay veces que nos observamos sin decirnos nada
tu desde las páginas
con esos ojos indescifrables,
yo desde mi aturdida imaginación

La inquietud de la sombra que te persigue
¿quién es? ¿qué es?
solo la vaga intuición del sueño
y los escalofrios en forma de tinta de la prensa amarilla

Estás en el centro de todo
y sin embargo aún no te conoces del todo
en tus reflejos ancestrales todo es negro
parce que il n´ y a pas des lumieres sans obscurité

--------------------------------------------------------------------

Lo dijo Zafón, todos nuestros personajes guardan algo de nosotros mismos...

domingo, 9 de diciembre de 2012

...

Me quedé mirando un rato desde las rocas, aunque a penas se veía nada. Una neblina perfilada de azabache si acaso. El Atántico era un pozo de negrura tan inmenso que las luces de Gijón parecían tamblar ante tanta oscuridad, como las llamas de unas velas bailando sobre estas en el interior de una cueva. No se distingía el mar; era tan negro como el cielo, y su eco parecía provenir de todas partes, propagado por la acústica del gigantesco monolito de cemento que se alzaba sobre mi cabeza. Esa humedad fría, esa inmensidad... Es tan distinto al Mediterraneo... Era fascinante, pero a la vez senti un miedo y una soledad inmensos, y eso que sabía que Laura estaba unos metros detrás de mí... Creo que jamás la oscuridad se había adueñado tanto de mis sentidos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

cabinas morosas

Este es mi particular "homenaje" a todas las cabinas que se llevaron tantos centimos de mi bolsillo. Y es que como sufrido usuario que soy de estos teléfonos públicos, he de decir que los señores de la telefónica no han estado muy acertados es programarlas para que devuelvan el cambio. En efecto, esos días de frio en los que por no tener saldo en el teléfono móvil, me veo en la necesidad de quitarme los guantes y descolgar el muchas veces pegajoso auricular. Entre temblores y vaho, abro la cartera e introduzco una moneda de un euro, porque cuando vas a usar la cabina, solo tienes una moneda de un euro. Siempre. Luego saco el móvil, busco el número y lo marco en el teléfono de la cabina. La llamada, generalmente, es frustrada o frustrante; y cuando cuelgo aún sobran 30, 40 o 50 céntimos. Espero a ver si alguno de los misteriosos mecanismos del interior del aparato hace un amago de devolverme un puñado de monedas. Espero en vano. Momentos después le doy sendos porrazos al teléfono esperando inutilmente. Finalmente, me marcho resignado con las manos doloridas y profiriendo palabras malsonantes por lo bajo. Siempre me voy preguntando por qué no devuelve el cambio. Y siempre me juro que la próxima vez llevaré céntimos en la cartera. Da igual, acabo con monedas de un euro para la próxima. Podría ser peor, podría tener monedas de dos... Se que sufris mucho en la calle, cabinas. Se que sois victimas de actos vandálicos, de anuncios de alquileres de pisos, de meadas de perro; pero... ¿qué os he hecho yo?