sábado, 23 de enero de 2016

domingo, 10 de enero de 2016

Rebajas.

   Allí había de todo; de todo menos unos simples pantalones marrones, que era lo que buscaba. Desistí y finalmente me compré una mochila que estaba de oferta y que no me venía mal. Luego comencé a hacer cola. Para pagar. Solo había un cajero para atender a todo el mundo. Se ve que al ser rebajas, el efecto estético de la cola quedaba bien e invitaba al consumidor.
   Entre la gente que hacía cola abundaba la charla banal y/o los que se sumergían en el mundo que les ofrecía su teléfono móvil. Probablemente sea un prejuicio, pero es que muchos tenían una expresión estúpida en la cara. Quizás solo fuera el momento, pero es que la estupidez humana se suele acrecentar en esos lugares (franquicias que venden ropa) y en esas circunstancias (rebajas de todo género) Es más, probablemente yo también tendría cara de estúpido, pero es que el entorno contribuía a avinagrarme las facciones. Y más cuando te intentan marcar el ritmo de consumo con esa "música", cual discoteca de mal gusto. Publicistas.
   Finalmente pagué y salí, aliviado; al mundo real. Donde el habitual ruido de coches, personas y pájaros me hicieron volver en mí y aplacar mis ansias destructivas.