domingo, 18 de junio de 2017

No queda nadie al otro lado del salón,
solo pueblan las paredes retratos ausentes
que van perdiendo el color
por el paso del tiempo.
Con la copa en la mano,
y aún con el traje de gala
hecho jirones,
repaso sus rostros.
Algunos me lanzan
una sonrisa nostálgica
desde más allá del cielo.
Otros se han dado la vuelta
y -de espaldas- se alejan
por caminos de reminiscencia
en paisajes de leyenda.
No queda nadie,
y pintado está el salón
de luces y sombras
como pintada está la noche de luna.
No queda nadie
ni murmullo
ni música
ni juegos en la madrugada.
Solo historias y retratos
que pueblan el óxido
de la memoria.
Pero mañana será otro día,
mañana me cambiaré,
tenderé mis papeles al sol
y pondré otro disco.
Mañana, en el recibidor,
pintaré claroscuros velados
por el tono de las cosas sin nombre.