Reflexiona Ana sobre las extrañas pautas de convivencia que vivimos. Se perdió la relación grupal y permeable de los barrios, y ahora los ciudadanos se ven sujetos al exilio interior, a la peregrinación urbana: no se vive en la misma casa que naciste, te desperdigas por una ciudad antropófaga y enorme intentando conservar las viejas amistades, separadas de ti por muchas calles. Así, la fraternidad vecinal ha desaparecido y el único contacto con tu entorno son estos gritos, estos llantos y jadeos extranjeros que traspasan las delgadas paredes de tu casa, ante los que guardas una celosa, esforzada indiferencia: es una soledad con muchas puertas, una soledad ciudadana con cerrojos y mirillas.
"Crónica del desamor", de Rosa Montero.