"El viejo se está arropando. El olor de su vieja manta refuerza su visión de Brunettino correteando en el patio tras las gallinas o los gatos, mientras su propio rostro recibe la tibieza del sol filtrado por la parra.
Ante ese horizonte, tan luminoso como la montaña misma, en vano la Rusca -adormecida, además, por el mbiscu- se remueve cambiando de postura en las viejas entrañas.
¿Qué importa la bicha? Nada, tras esta noche con un Renato recobrado y sensible a su sangre, digno del territorio mágico acotado por los deditos del niño. Esta noche del sur encendida en Milán para ellos solos. Ellos tres: raíz, tronco y flor del árbol Roncone.
En los dormidos labios del viejo se ha posado, como una mariposa, una sonrisa: la idea que aleteaba en su corazón cuando le envolvió el sueño:
<<¡Grande la vida!>>"
La Sonrisa Etrusca, de José Luis Sampedro.
Siempre sorprende cuando alguien se atreve a escribir con tanta sensibilidad. La Sonrisa Etrusca no es solo una muestra de la que tenía José Luis Sampedro, sino que es una novela con un vitalismo desbordante. Nacimiento y muerte son un canto a la vida, un nunca es tarde, una melodía que nos acompaña hasta el último aliento. Ese último aliento es el que merece tener la más amplia y etrusca de las sonrisas.
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