Aquí el tiempo fluye más despacio, y el reloj de la iglesia parece
marcar las horas de otra forma, casi por protocolo. Camino por las
calles y los cerros que rodean el pueblo, y me dejo envolver por las
ausencias de las casas cerradas, por la memoria acumulada en la pizarra y
las tejas. La tarde dibuja ecos de silencio en cada rincón, y poco a
poco las sombras de las montañas van tejiendo la noche sobre el blanco.
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