Las banderas se agitan tanto
como una extraña tempestad de verano
golpeando los tambores de guerra
que vibran en el cielo de las ciudades.
En los hormigueros de Europa
millones de orgullosas hormigas
bailan la muerte sin saberlo
borrachas de nación y patria.
La falsa mística de la gloria
parte en trenes abarrotados de una música irreal
que ahoga la voz de Jean Jaures
en la pólvora y la ignorancia.
Nadie ve aún las ratas mordisqueando los cadáveres
en las sórdidas trincheras
ni las cortinas de gas mostaza
sobrevolando los ahogos y llantos
de los impecables uniformes de colores.
Después de tanto dolor e hipocresía
el mundo no volverá a ser el mismo
pero todavía imperios y naciones
burgueses y obreros
sueñan el sueño de unos héroes
que en realidad no existen
que no existirán nunca
más allá de la prensa, los monumentos o el cinematógrafo.
El choque comienza.
La pesadilla es real.
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