Te pienso como este atardecer de otoño:
cálido y único,
bañando de luz todas esas esquinas
que haces temblar dentro de mí.
Te dibujas en el horizonte
como hebras de nube
que alzasen el vuelo,
invitando a enredarse en sus alargados cuerpos.
Eres como los remolinos hipnóticos
que el mar traza junto a mí
con el murmullo lento y acogedor
que me recuerda a tu voz.
Pero sobre todo, me gusta pensarte
vestida de amanecer en la misma cama,
despeinada y envuelta en tu piel de mañana.
Cercana, real, inverosímil.
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