martes, 31 de marzo de 2020




Cada tarde subo al terrao
y contemplo las viviendas desparramadas
que se extienden, revueltas,
como desordenados juguetes de la civilización.
Vigilada por las ruinas de la Muralla de Jayrán
la ciudad se deshace en una mezcla
de grises y naranjas de atardecer
que esconde sus calles al mar
en sucesiones infinitas de edificios desconchados.
Un ejército de nubes veloces
sobrevuela el silencio de las azoteas,
donde las antenas de televisión se mecen suavemente con el viento...
Donde solo quedo yo armado de un bolígrafo.
Sin cobertura.