viernes, 29 de enero de 2021


 
 
Hoy Selene cuelga del cielo
como única certeza astral
vigilante de los desvelos cotidianos
en una ciudad a medio gas.

El monstruo de hierro
-testigo discreto del tiempo-
se adentra en el murmullo del mar
como flecha oscura y silenciosa.

A sus pies, clandestinidades cómplices
de adolescentes y porros
de parejas y atardecer
con el patrocinio de las mudas farolas.

Pero solo yo quedo como extraño y consciente expectador
del eco lejano y constante del tráfico,
de la acalorada conversación telefónica de un inmigrante,
de como el olor a maría se entremezcla con el del mar,
o de un cielo al que le faltan estrellas.

¿Nadie más lo ve?

martes, 5 de enero de 2021

 Al mirarme provocas ese efecto en cadena:

la inevitable inundación

seguida de la inoperancia verbal

con la que todas las palabras se me caen al suelo.

Me siento desarmado, torpe.

Entonces me agacho al suelo

e intento recogerlas, 

recomponer el sentido de todas esas frases

que quería envolverte en papel de regalo.

Recapacito.

Lo más sensato es comerte la boca.

Empezaré por tu pedestal.

La idea es disfrutar el camino

en el cual iré preparándome,

asumiéndote con la lentitud de un caminante descalzo

que quisiera sentir la tierra mullida y húmeda

en la planta de sus cansados pies.

También me empaparé de ti,

del aroma que desprendas,

del sabor de tus rincones. 

Y solo cuando haya llegado a tu boca

(y bebido de ella),

solo entonces mis ojos bailarán en los tuyos.

Y las palabras que tenía preparadas

ya no importarán, o al menos,

no importarán tanto.