martes, 7 de mayo de 2013

La estatua de la escritora

Su corazón lo arrastró la brisa perfumada de sal
mar adentro, donde las mareas alcanzan el cielo,
Sobre las rocas escurridizas de lágrimas
el sol del oeste la congeló en marmol
condena eterna a la música de las olas
espera abandonada a calmas y temporales centenarios
y ni siquiera la sombra emerge de las aguas
ni los restos de aquellas historias de marineros
que agotaron tanto papel y tinta
resbalando por la estela de la luna
El mar regala abrazos de salitre
a la escultura inmortal que duerme despierta
apenas perturbada en su torre de arena y algas
a merced de las mareas en la tarde veraniega
oculta de la luz perseguidora del faro
que la busca siempre al caer el sol, en vano.





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