jueves, 26 de noviembre de 2015

En un rincon de Castilla.


 
En cada muro, la piedra
tenía marcada las cicatrices de los siglos.
En cada esquina había
una sombra del pasado
que acompañaba
mis pasos forasteros.
Allí la esencia de las cosas
casi podía bailar
conmigo al compás
de un extraño silencio.
Castilla envuelta
en su inmensidad
dibuja horizontes infinitos,
juega a alargar sus amaneceres
y atardeceres lánguidos
en la soledad de sus campos.
La ausencia es un encuentro
en esta tierra que huele
a otro tiempo.

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