sábado, 21 de abril de 2018

De una batalla perdida
en el borde de un mar
a una mirada cosida
en un lienzo por pintar.

Fue aquel pequeño rey
un gran emperador,
en su propia ley
siempre ganador.

De un hacha de piedra
cortando árbol, hueso, carne
a un manto de hiedra
sobre ruina en la tarde.

Una noche, en palacio,
se escapó un verso,
la música, despacio,
arrancó un sueño.

De un baile de salón,
frente a las barricadas
a un cohete a reacción
de mil toneladas.

En sus templos los dioses
codician las horas
de mujeres y hombres
que les componen odas.

De la tierra el sudor
arrancando un gemido
al canto del vapor,
poderoso silbido.

Lucerna encendida
alumbrando los siglos
de memoria escondida
sin tinta, sin  testigos.

Humano diminuto
fabricando relojes
minuto a minuto
de Clio te escondes.

Mira...

La pequeña escala,
lo corto del tiempo,
palabra y obra
que se llevan el viento.

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