miércoles, 21 de septiembre de 2016

   Decía Shakespeare que es el destino el que baraja las cartas pero que somos nosotros los que las jugamos. Hay cosas que vienen ya dadas, determinadas por fuerzas ajenas a nosotros y que escapan a nuestro control. Sin embargo, también podemos elegir a lo largo de todo ese cruce de circunstancias que conforman la vida, podemos tomar decisiones.
   En ese sentido, en una época de mi vida que ya acaba, creo estar jugando bien mis cartas. Las incertidumbres se van convirtiendo en retos, pruebas y experiencias que van enriqueciéndome y aportándome mucho a lo largo del tiempo. Ahora, en otra estación del recorrido, toca preparar de alguna manera esa vida adulta en la que ya estoy. No será que será de mí de aquí a un año, pero puedo decir que, aquí, tirado en un parque de Madrid mientras una señora llama a su perro Josete apremiándole a volver con ella; que aquí, debajo de un árbol y sintiendo el césped húmedo de la mañana, el presente no está mal y me está dando unas cartas que no pienso desperdiciar.

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