viernes, 12 de junio de 2020

microrelato negro

Aquel día, Celia no pudo evitar echar la vista atrás y contemplar todos sus crímenes con cierto regocijo. El espejo le devolvía una mirada esquiva y un amago de sonrisa cómplice que apenas dejaba adivinar todo el horror que había sembrado. Se evitaba a si misma al tiempo que admiraba aquella capacidad para hacer del crimen una obra maestra. El miedo y un extraño autoreconocimiento que la iba invadiendo, se entremezclaban en su cabeza como sensaciones contradictorias que no podía controlar. Se dejó dominar por ellas.
Pensó entonces detenidamente en lo que había hecho, en los detalles de la sangre salpicando las paredes, en los ojos vacios de vida de los cadáveres y en aquel viejo piso de suelos ajedrezados donde el hedor de la muerte se expandía como una presencia invisible invadiendo todas las habitaciones. Entonces supo que aquella no sería la última vez

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