lunes, 8 de junio de 2020

Trocitos de Zola II

"Entre tanto la fortuna de los Saccard parecía en su apogeo. Ardía en pleno París como una fogata colosal. Era la hora en que la jauría violenta llena un rincón del bosque con el ladrido de los perros, el restallar de los látigos, el llamear de los antorchas. Los apetitos destacados se contentaban al fin, en la prudencia del triunfo, con el ruido de los barrios derribados y de las fortunas edificadas en seis meses. La ciudad no era ya sino un gran desenfreno de millones y de mujeres. El vicio, llegado de arriba, corría por los arroyos, se desplegaba en los estanques, ascendía en los surtidores de los jardines, para caer sober los tejados, en lluvia fina y penetrante. Y parecía, de noche, cuando uno pasaba por los puentes, que el Sena arrasrase, en medio de la ciudad dormida, las basuras de la ciudad, migajas caidas de la mesa, lazos de encaje dejados en los divanes, cabelleras olvidadas en los simones, billetes de banco deslizados en los corpiños, todo cuanto la brutalidad del deseo y la satisfacción inmediata del instinto arrojan a la calle, tras haberlo roto y mancillado. Entonces, en el sueño febril de París, y mejor aún que en su búsqueda jadeante a plena luz, se notaba el desequilibrio cerebral, la pesadilla dorada y voluptuosa de una ciudad enloquecida por su oro y por su carne."

La Jauría, de Émile Zola

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