Recorrí mil y una ciudades
envuelto en el alba turbia
de los barrios obreros sin fin
surcando avenidas y rotondas eternas
vacías en madrugadas sin nombre.
Deambulé entre multitudes de extraños
enfermos de prisa, hundidos en las pantallas
incapaces de masticar el tiempo
o saborear detalles fugaces que NO SON VIRALES.
Yo estaba allí
acompañado y solo, entre anuncios y números
escondiendo mi pequeña gran hoguera
salvo a quien quiera sentarse a su vera.
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